martes, 16 de septiembre de 2014

El sindrome de Estocolmo


Romanos 6:22 
Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.

En 1973 en la ciudad de Estocolmo, Suecia, tuvo lugar un asalto a un banco en el que los delincuentes fueron descubiertos por la policía y retuvieron a los empleados y a los clientes que habían sorprendido en el interior como rehenes durante varios días. En el transcurso de ese tiempo de negociaciones, los rehenes se identificaron con los raptores hasta tal punto que colaboraron con ellos protegiéndoles de las acciones policiales. Además, en el momento de la liberación, un periodista fotografió el instante en que una de las rehenes y uno de los captores, antes de ser él detenido, se besaban y se comprometían en matrimonio. (http://www.salutmental.com/motor/processa_mira_articlect.php?Document=sndr_estocolm)  

El síndrome de Estocolmo me recuerda la vida que lleva aquel que todavía no se decide a entregar su vida completamente a Dios. El pecado nos ha hecho rehenes y lejos de rechazarlo lo resguardamos para que Dios no lo eche fuera de nuestra vida. Alguna vez un evangelista oraba por la liberación de una joven, el sin saberlo, y solo por revelación del Espíritu Santo le dijo a la madre de la joven que esta estaba siendo atacada por un espíritu de rebeldía a causa de musica que ella escuchaba, en efecto, la madre le repondio que la joven escuchaba a un grupo llamado de esa manera "rebelde" y también dijo orgullosa que ella ya le había escondido los Cd's de este grupo, a lo que el evangelista le respondió que estaba mal, lo que ella debería hacer es destruirlos. El pecado no debe de ser guardado en lo mas profundo de nuestro ser, debe ser destruido completamente. Quiero aclarar que  debido a causa de nuestra naturaleza pecaminosa no es imposible ser perfectos, pero hay una gran diferencian entre pecar esporádicamente (aunque hay que guardarnos de esto) y tener el pecado guardado en nuestro ser, manteniéndonos rehenes. 
Ya hemos sido liberados del alcoholismo, drogadicción, adulterio, fornicación y de cualquier otro pecado que nos mantenía secuestrados ahora falta que los entreguemos nosotros. No seamos como los rehenes que trataban de proteger a sus captores. Muchas veces pienso de esta manera "La presencia de Dios hace que el diablo huya despavorido, pero nosotros le jalamos la cola para que no nos deje"

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